Barrio del clan Kuroi, casa de Hane

Barrio del clan Kuroi



Situado entre el Yamanaka y el Akimichi, el barrio del clan Kuroi es muy pequeño. Tendrá tres o cuatro casas, contando esta. Pero claro, sólo quedarán quince Kuroi en el mundo ninja...
Esta casa tiene dos pisos más el ático, dónde no entra nadie. Aquí vivimos mi padrastro, mi madre y yo. Lo único que merece la pena de la casa, es mi habitación. Toda morada y negra.

Llego a casa dando saltitos.
-¡Misión de rango S! ¡Misión de rango S...! -canturreo abriendo la puerta. Entro de golpe. -¡Oka-san! (madre) -Llamo felizmente tras cerrar y subir las escaleras. -¿Oka-san? -busco por toda la casa, pero no está, para variar. Suspiro profuundamente y me meto al baño a darme un baño de agua caliente.
Tengo dos horas para descansar.

En una hora, me aburro. Salgo, me peino, me visto y me marcho a bucar a Sora-chan. No ha venido al bosque, puede que le haya pasado algo...

Toco a la puerta de la casa de Hane, esperando que alguien me abra.

Bajo las escaleras y abro la puerta, somnolienta.
-¿Sora-chan..? -murmuro, atontada. -¿Qué pasa?

-Hmm... -murmuro, sin enterarme de nada. -Pasa. -caminamos por la casa, y la guío hasta mi dormitorio. Me meto en la cama y me hago un ovillo. -¿Qué hora es, Sora-chan...?

-Son la 1 de la tarde.

-... -me cae una GRAN gota de sudor. -¡Oh dios mío! -salto de la cama como activada por un resorte, y empiezo a cambiar el pijama por mi ropa de todos los días. -¡Tengo que entrenar! Las clases empiezan en seguida, ¡y quiero empezar con algo de nivel! -exclamo más para mí misma que para la pobre Sora-chan, mientras lanzo la ropa y re-desordeno mi habitación. -¡Se suponía que tenía que habreme ido a las nueve! -me quejo, andando a la pata coja por el dormitorio intentando ponerme las sandalias.
Ya vestida, corro hacia el baño para peinarme y tal, seguida de Sora.
-Vienes a entrenar. -y recalco que no es una pregunta ^^

-Vale - me coje de la mano y tira de mi hacia la puerta. Justas salimos del barrio de su clan.

La historia sigue aquí.

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Llego a casa como en trance, sin saber porqué, he salido sin despedirme de nadie y me he dirigido aquí.
Cierro la puerta tras de mí y me dirijo a la minibiblioteca, a dejar el libro dónde lo encontré.
-¿Hane? ¿Eres tú? -se escucha la voz de mi madre desde el piso de arriba, doy un bote del susto.
-Si, mamá, acabo de volver. -le informo elevando la voz. Dejo el libro detrás de varios tomos sobre mitos y leyendas y salgo de la biblioteca para encontrarme con ella, que ya ha bajado las escaleras.
-¿De dónde vienes? -me pregunta extrañada.
Suspiro.
-De la Academia, me acabo de graduar. -murmuro, como si fuera algo que ocurre todos los días. Ella se lleva una mano a la boca.
-¡¿Graduarte?! -exclama. Asiento mirándola a los ojos.
-Ya soy una Ninja de Konoha, mamá. -le aclaro, con un hilo de voz. Esperando que me suelte una bofetada o algo así. Odia a los Ninjas por encima de cualquier cosa. La razón nunca ha querido revelármela. Imagino que es por mi padre, que también era un shinobi de Konoha. Porque estudió aquí, aunque era original del País del Hielo y volvió a él cuando se casó con Hikari, mi madre.
Cuando por fin reacciona, me arranca la bandana que llevaba en el cuello, realmente furiosa.
-¡Te prohibí meterte en la Academia! ¡¡Mi hija no será una asesina!! -la tira con fuerza contra la pared. Me quedo lívida al ver la placa partirse. Me muero el labio y procuro que no se me escapen las lágrimas.
-Es mi vida. Seré lo que yo quiera. -le reprocho temerosa, en voz baja.
Se hace un silencio.
-Estás segura, ¿verdad? -inquiere ella, sospechosamente calmada de pronto.
-Sí, completamente. -afirmo, empezando a tener esperanzas de que lo acepte.
Pero mis esperanzas son en vano.
-Está bien entonces, fuera de esta casa.
Me quedo de piedra.
-Mamá, ¿me estás echando?
-Sí. No voy a vivir bajo el mismo techo que una asesina, Hane. Recoge tus cosas.
La observo largamente, esperando a que me diga que es mentira. No lo hace.
Asiento en silencio y subo las escaleras, satisfecha conmigo misma por no haberme echado a llorar.
Llego a mi habitación y la estudio con la mirada. Las paredes violeta y las estanterías negras son demasiado yo. Sonrío con tristeza para mí, pensando en que no va a cambiar porque yo me vaya. Sacudo la cabeza y empiezo a guardar mi ropa preferida y algunas de mis armas. Me pregunto que más podría coger, revolviendo cajones y armarios, pero todo lo que encuentro son unas monedas y una vieja foto doblada. La desdoblo, y, como imaginaba, se trata de una foto de mi padre, mi madre y yo, hace cinco o seis años. Me la guardo sin saber muy bien porqué, junto a las monedas. Cierro la mochila y bajo las escaleras. Mi madre me espera en la puerta, cruzada de brazos.
-Vas a irte de verdad...
-Tú me has echado de verdad. –le espeto.
-Porque tú prefieres ser una asesina a vivir con tu familia. –gruñe.
Me cuelgo la mochila, abro la puerta y le doy la espalda, a punto de salir.
-Sólo te diré una cosa, mamá; hace mucho tiempo que esto dejó de ser una familia.
Cierro de un portazo y me marcho a zancadas del barrio Kuroi.

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